viernes, julio 02, 2010

Colombianización del Estado mexicano

Con tufo de soberbia el presidente pone distancia entre México y la colombianización aunque con su discurso concede una aproximación





Por Israel Roldán

El asesinato del candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, conduce, sí, a la ‘colombianización del Estado mexicano’.

El presidente Felipe Calderón Hinojosa se opone a cada una de esas interpelaciones aunque lo hace sin argumentos. Justifica hechos violentos con discursos que para su mal son malamente elaborados.

Se niega a aceptar que en México hay zonas carcomidas por el narcotráfico y el crimen organizado que parecen emular escenarios de terrorismo.

Para reafirmar su negativa advierte reiteradamente que el país está lejos de guerrillas, bandas paramilitares y escuadrones de la muerte como las que tenían presencia en Colombia aún en la década pasada. Igualmente lo hace sin dejar espacio para impugnaciones ajenas.

Con tufo de soberbia y entonamiento el presidente Calderón pone distancia entre México y la colombianización. Cada vez que puede infiere que la lucha de su gobierno acabará con el crimen y la delincuencia organizada con sus ejecuciones, ajustes de cuentas, secuestros –levantones– y el codeo con el poder político.

El titular del Ejecutivo entiende que reconocer cualquier cercanía del Estado mexicano con la colombianización sería aceptar que algo de barbarie se está apoderando de la política y de la sociedad.

¿Pero qué pasa, entonces, con el discurso del mandatario? Pareciera que es ahí en donde empata la comparación. Con su carga coercitiva reclama que las cosas andan mal aunque no se ha llegado a los extremos colombianos.

Por el asesinato de Rodolfo Torre Cantú decía el presidente Calderón –en su mensaje a la nación– “estos sucesos representan un atentado, no sólo contra un ciudadano, un ciudadano que aspiraba a servir a su comunidad desde una responsabilidad pública, sino que son atentados contra toda la sociedad”.

Y criticaba con más dureza: “Se trata de un hecho, no sólo contra un candidato de un partido político, sino contra las instituciones democráticas”.

Confesar que el crimen organizado representa ahora “la mayor amenaza para la seguridad, la libertad y la tranquilidad de los mexicanos”, es asomar el compás sostenido entre México y la Colombia de los años 90.

A Felipe Calderón ocupa el crimen del candidato priista a la gubernatura tamaulipeca como un acto de terrorismo con intereses “tan aviesos (…) que ha conmovido al país”.

En su afán de disponer la prioridad de los asuntos, colocar a su gobierno y a los partidos políticos, gobernadores y a todos los ciudadanos (a los que convocó a la unidad) en relaciones específicas, el Ejecutivo carga de coerción su discurso sin darse cuenta que concede una aproximación a la aseveración del México colombianizado.

El jefe de las instituciones sabe que el asesinato de Rodolfo Torre Cantú conduce, sí, a la ‘colombianización del Estado mexicano’.

Y por eso en su mensaje a la nación advierte que en su intento por controlar territorios, los delincuentes buscan intimidar no sólo a otros criminales y grupos delincuenciales, sino también a las autoridades y a la sociedad.

Hoy el presidencialismo intenta legitimarse lingüísticamente, explícita o implícitamente. No lo ha logrado pese a la insistencia. No ha podido ‘cuajar’ la idea de que el crimen organizado no alcanzará sus objetivos, que “no conseguirá vencer nuestra fe en la democracia ni doblegar nuestra confianza en el futuro de México”.

Si es así, seguirá la desunión y no habrá corresponsabilidad de los mexicanos a la que hacía referencia por el crimen de quien inminentemente ganaría la elección en Tamaulipas el próximo domingo.

Israel Roldán es periodista; israelroldan1@hotmail.com; jefe de información periódico MARCHA www.marcha.com.mx

(Este texto se publicó originalmente en el portal de noticias www.ejecentral.com.mx el 29 de junio de 2010)

Mensaje del presidente Felipe Calderón